Textos em Espanhol


11.03.2016

Otro pedido de prisión a Lula

El  Ministerio Público de São Paulo (MP-SP) ha entrado – miércoles  - con un pedido de prisión preventiva del ex-presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que está siendo investigado por acusaciones de lavación de dinero y falsedad ideológica en relación a un departamento triplex que tendría comprado en la ciudad de Guaruja (SP). En el texto del documento que pide la prisión – hecho por los procuradores  José Carlos Blat, Cássio Conserino e Fernando Henrique Araújo – los argumentos son mucho más políticos que legales, lo que ha provocado centenas de manifestaciones de juristas e abogados en contra del pedido.
La fundamentación de los procuradores habla de que sería muy fácil – por ser expresidente – que Lula se evadirá del país y que la prisión se hace necesaria para garantizar la orden pública, la instrucción del proceso y la aplicación de la ley. Bueno, esos son argumentos muy frágiles y llegan al ridículo cuando citan que “la conducta de Lula hoy dejaría muy avergonzados Marx y Hegel”.
La mención equivocada al filósofo Hegel, en vez de Engels, el compañero de Marx en sus escritos, ha generado innúmeras bromas en las redes sociales, y coloca el Ministerio Público en una posición muy desfavorable delante de la opinión pública.
Hasta ahora  por la mañana (día 11.03) la jueza - Maria Priscilla Ernandes Veiga Oliveira, de la 4ª Criminal de la Justicia - encargada de juzgar el pedido no se había pronunciado, y lo que se sabe es que no hay un plazo especificado para que lo haga. Los principales juristas del país, que ya se manifiestan en los periódicos,  consideran absurdo el pedido de prisión una vez que Lula vive acá en el país, con su familia, está a la disposición de la Justicia y no hay cualquier necesidad de una detención. Lo único motivo posible es el político.
Lo que pasa es que la derecha brasileña – unida a otros ciudadanos que están en contra del gobierno petista – hará una manifestación en el domingo y una prisión de Lula ahora sería mucho bien vista por esa gente que haz una campaña sistemática en contra del PT, incluso con rasgos fascistas. Esos pasos de la derecha son lo que torna el pedido de prisión mucho más un acto político que una alegación en favor de la Justicia. Caso ocurra la detención de Lula, la gente tendrá mucho más fuerza para colocar personas en la calle y puede, incluso, provocar manifestaciones de los apoyadores de Lula, lo que generaría embates y violencias.
Para los analistas, eso es el principal motivo que lleva al pedido de prisión. Como los apoyadores de Lula han revolcado las manifestaciones de domingo, para evitar confrontaciones, la escena de Lula en la prisión sería un detonador de la confusión. Armas conocidas de la derecha en todo el mundo.
Aún que la jueza no lleve en cuenta el patético pedido de los procuradores paulistas, sigue el temor de que la derecha arme alguno facto violento en el domingo, tal y cual ya fue hecho en el pasado muy cercano, en la época de la dictadura militar,  en el caso “Rio Centro”, cuando la derecha armó un atentado de explosión de bomba en un show musical. El hecho no logró ocurrir porque la bomba explotó en el carro de los que la detonarían.
Las cosas están muy tensas en Brasil y todos los ojos estan voltados para lo que vá pasar en domingo.
04/03/2016


Justicia brasileña llega hasta Lula



La detención coercitiva del ex-presidente Lula esa mañana colocó el país en un estado de lucha y tensión. Acusado de involucramiento en el caso de corrupción en la Petrobras, principal empresa estatal de petróleo, Lula fue llevado para la sede de la Policía Federal más próxima de su casa, en el Aeropuerto de Guarulhos. La operación llamada de "Lava-Jato" investiga hace meses denuncias hechas por ex-directores de la estatal que usaran del beneficio de la delación premiada. O sea, son personas que buscan escapar de las condenas de la justicia acusando otros. Por ahí ya se ve que las cosas son nebulosas.

Corrupción en una empresa gigante como la Petrobras no es una cosa nueva, y no son pocos los casos ya denunciados en el tiempo del presidente FHC - supuestamente adversario de Lula y del PT -  pero fue solamente ahora que la Policía Federal empezó su trabajo de investigación de forma más profundizada. Todo eso pasa en el mismo tiempo en que en el Congreso Nacional el partido de FCH y Serra (PSDB) intenta aprobar una ley que saca la Petrobras de la explotación del pre-sal, una área de reservas petrolíferas que está abajo de una profunda camada de sal, en el sub solo del océano, que comprende más de 800 quilómetros. Una riqueza tremenda que el PSDB intenta colocar en la mano de las grandes transnacionales petrolíferas.

Hoy por la mañana, la Policía Federal, además de hacer la detención de Lula, entró en la sede del Instituto Lula buscando los libros fiscales, porque, segundo el Juez Sérgio Moro, que preside esa operación, hay somas muy altas para pagamento de conferencias del ex-presidente y eso puede ser pago de corrupción.

Lo que pasó con Lula no fue una prisión, mas una detención coercitiva - que es la obligatoriedad de comparecer ante la autoridad para responder algunas cuestiones. Lo que pasa que ese tipo de acción solo se efectúa si la persona se recusa a comparecer, cosa que no ocurrió. Para importantes juristas del país, eso fue una acción autoritaria, completamente desnecesaria. En verdad, todo el espectáculo sirve para humillar y aplastar el ex-presidente que ya estaba siendo apuntado como posible sucesor de Dilma en 2018.  

Es cierto que hay dudas acerca de la participación o no del ex-presidente en el proceso de corrupción en Petrobras pero lo que pasó hoy está siendo encarada como una violación del derecho. Hasta donde se sabe el ex-presidente estaba a la orden de la justicia y no se ve sentido en todo ese teatro. Lula prestó declaraciones por cerca de tres horas y luego salió en dirección del Directorio del partido de los Trabajadores donde  presentó una declaración a la prensa. Dijo que todo lo que sucedió en la mañana fue un espectáculo grotesco, que no había necesidad de la coerción, una vez que él hasta ya había suspendido sus vacaciones para ayudar la Justicia. "Lo que pasó era lo que se necesitaba para el PT levantar su cabeza y luchar. No sé si yo seré candidato, pero voy salir otra vez por ese país para erguir el PT. Estoy maguado y ofendido porque no era necesario eso todo. No hay nada de errado en mi conducta. Intentaran matar la jararaca (una culebra) y no lo conseguirán. La jararaca está viva y más viva que nunca".

La derecha del país está en estado de gracia. La impresión es de que Lula ya fue juzgado. Poco se habla en la prensa acerca de las denuncias, la mayoría de los periodistas ya habla de Lula como un criminoso. Entre los partidarios del PT se habla de un golpe jurídico/mediático, una vez que, ayer por la noche, el principal jornal de la TV Globo, principal red del país, usó 45 minutos de sus 60 minutos de tele jornal para noticiar las denuncias involucrando Lula. En la madrugada otro periodista de la red anunciaba en su cuenta el twitter lo que iba pasar. O sea, ya estaban de conocimiento de la operación que se desarrollaría esa mañana y preparaban el terreno de la opinión pública. Un verdadero tribunal, donde Lula ya está juzgado y condenado.

Lo cierto es que el Partido de los Trabajadores, en el poder desde 2003, ha hecho alianzas con la derecha brasileña, en la tentativa de mantener la gobernabilidad. El propio senador Delcídio do Amaral, líder del PT en el Senado, que según la prensa ya acertó la delación premiada, fue un liderazgo del PSDB (partido de derecha) desde 1998, pasando a las hileras del PT cuando el partido de los trabajadores empezó la escalada al poder. Ahora, el PT enfrenta el ataque de lo que se podría decir "fuego amigo".

Es cierto que la policía tiene que investigar todos los hechos y personas, aun que una de ellas sea el ex-presidente. Pero no es posible dejar de percibir que hay dos pesos, dos medidas en el tratamiento de los que se apuntan como sospechosos, tanto por parte de la prensa cuanto de la Justicia. Un ejemplo claro es el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, que también es sospecho de corrupción y sigue comandando la política del legislativo sin campañas espectaculares de los medios y sin ser importunado por la policía.  


Por todo el país ya están siendo organizados actos en apoyo a Lula. Y ciertamente otros actos en contra también deben acontecer. las cosas se pondrán calientes. 

01/06/2015 

Nuevos migrantes en Florianópolis

Por elaine tavares



El gran periodista Marcos Faerman contaba una historia graciosa, pero que hace bien pensar en lo que quiero ilustrar aquí. Decía él que, en aquellos años oscuros de la dictadura militar, cuando él veía entrar en la oficina algún muchacho peludo o una chica desinhibida, con una cartera de cuero, predecía: va salir bueno! E no daba otra cosa. Eran los “hippies”, por su compromiso con la vida y con el amor eran los que se constituían los mejores contadores de historia.

Utilizo este ejemplo para hablar de los migrantes que llegaron de Haití al Brasil. Si son haitianos, son buenos. No puede haber dudas. Al final, fue en esa pequeña isla en el medio del Caribe que sucedió la primera revolución hecha totalmente por negros esclavizados en esta nuestra gran Abya Yala. Y fue este pueblo que gestó la libertad que, después, prendió fuego en todo el continente.
Después de 200 años de amarga esclavitud, los negros de Haití se levantaron en rebelión, en una lucha que duró por largos 12 años en la cual consiguieron derrotar los blancos locales y hasta una expedición francesa. Jacobinos negros. 
Hombres y mujeres que, animados por la revolución que sucedía en Francia, decidieron que era hora de balancear bien fuerte el pabellón de la libertad. Y fueron estos valientes los responsables por la única revuelta victoriosa de esclavos en toda la historia de la humanidad.

Los primeros negros llegaron a Haití en 1517, 17 mil almas robadas en distintos puntos del continente africano. Venían a servir de mano de obra para el colonizador europeo. Allí pasaron por las mayores atrocidades tanto que, de a poco, reunidos en el culto vudú, juraron destruir los blancos y todo lo que hubiesen poseído.

En el 700, con la revolución asomando por las calles de Paris, el Haití, que era una posesión francesa, también ensayaba los pasos para la libertad. En 1791 empezaron las primeras rebeliones. El 22 de agosto, la noche de la tormenta, los negros comenzaron a actuar. En un levante de masas incendiaron las estancias y tomaron las ciudades. Fueron 12 años de luchas encarnizadas hasta que en 1802 Haití fue declarado independiente.

El precio de esa avasalladora vitoria contra los blancos es cobrado hasta hoy. Pero aun así, nunca nadie podrá borrar ese hecho de la historia. Es por eso que, a un pueblo que fue capaz de esa saga heroica solo se puede hacer reverencia. Cada haitiano es marcado por esa gesta que influenció la lucha por la libertad en toda Latinoamérica. Nunca es bueno olvidarse que fue de Haití que Simón Bolívar recibió las condiciones para retornar a Venezuela y retomar la lucha que terminó sacando de los españoles todas las colonias. También tenemos nuestras deudas con esos hermanos y hermanas.

De esa manera, cuando el ómnibus llegado de Acre repleto de haitianos y algunos senegaleses llegó a Florianópolis, sur de Brasil, el sentimiento que afloró fue el de la alegría. Ahora, pasados tantos años podremos, como pueblo latinoamericano retribuir todo lo que la gente haitiana aportó de bueno para que nuestros países también puedan disfrutar de la soñada libertad. Y a los senegaleses expresar nuestro respeto por la historia de resistencia durante el largo tiempo de esclavitud. 

Es por conocer esas historias y tener muy claro la importancia de Haití para la liberación de toda la América que provoca hondo pesar las palabras acribilladas de perjuicio que se expresan – en libertad – por las redes sociales.

El migrante negro y pobre es malo

La escena es dramática. Un ómnibus lleno de gente sin rumbo, mirada asustada, boca seca, corazón a los saltos. Personas que salieron de sus locales de nacimiento, no porque tenían ganas de conocer el mundo o hacer aventuras. Criaturas empujadas a caminar, porque donde nacieron o está devastado por la guerra, o tomado por la miseria extrema. Gente que no tiene otra cosa que elegir a no ser andar. Personas tomadas por el desespero y por el impulso a la vida. Hoy, aquí en Florianópolis, son los haitianos y los senegaleses que llegan, arrinconados, pero podrían ser otros pueblos acosados por la codicia de unos pocos, como pasa en los países de África, de medio oriente o de Asia. Son los fugitivos del hambre, de la muerte, del miedo.

Como esos hombres y mujeres que hoy aportan en la capital catarinense, siglos antes vinieron los italianos, los alemanes, los japoneses. Gente que, huyendo del hambre en Europa, embarcaba animada por la promesa de buenas tierras y vida abundante. Venían a poblar el gran Brasil, estimular el progreso de la antigua colonia portuguesa. Cuando aquí llegaron no encontraron la buena tierra que esperaban, pero el lugar de otros: los indios, los cuales tuvieron que enfrentar y matar para poder conquistar el sueño de buena vida. Y fue así que mucho de la prosperidad de los inmigrantes se hizo con la muerte del pueblo originario. 

En los días de hoy, migrantes empobrecidos llegan sin promesas y sabedores de que aquí la tierra ya tiene dueño. Ya aportan en desventaja. No podrán matar a nadie para tomar sus tierras y mucho menos tener en cuenta las cortesías gubernamentales. Todo lo que pueden tener es un colchón para dormir hasta que encuentren algún trabajo, caso consigan. 

En la madrugada de ese lunes 25 de mayo fue así. El grupo asustado se encontró con reporteros, fotógrafos, y toda una suerte de personas dispuestas a ayudar o no. Haitianos y senegaleses vinieron de Acre, que es por donde entran en Brasil, muchas veces con el apoyo de los traficantes de gente. Algunos de ellos entregan a los coyotes todas las economías de su vida, porque creen que cualquier cosa puede ser mejor que la guerra y el hambre. Parten sin mirar atrás. Son personas sencillas, sin posesiones. Es por eso que su migración es acompañada por el miedo y el perjuicio. Bien distinto de los migrantes adinerados, que la llegada es festejada con champán haciendo estallar, ya que compran tierras, casas y pueden invertir en el lugar.

Los empobrecidos no compran nada. Ellos solo quieren encontrar una manera de ganar la vida. “Va robar nuestro trabajo”, decía uno. “Serán los marginales de mañana”, dice otro, y por ahí va una lista de maldades del tipo provocado por el miedo del otro que es diferente, típico de quien no consigue hacer el trazado de la realidad. Los migrantes en cuestión son, además de pobres, negros. 

Por lo que parece es el color de la piel que provoca tanta furia. La mentalidad escravista del brasileño común sigue intangible. Negro es sinónimo de ladrón, vago, marginal. Como si eso fuera parte del ADN. De una manera cómoda, los brasileños, grupo constituido básicamente de migrantes, pegan en el negro todo lo que hay de malo. Se perdió en la noche de la história los orígenes del racismo, tan fuerte y tan cruel. No es de buen gusto recordar que los negros fueron secuestrados, vendidos como animales, con sus hijos arrancados de sus vientres y usados como herramienta de trabajo. Eso es pasado y nadie más se acuerda. Los que sobrevivieron al masacre tuvieron la oportunidad de “revolverse”. Si no consiguieron fue porque no quisieron. De esa manera piensa el sentido común. 

¿Y quién no es migrante?

Cuando, en los años 80 del siglo pasado un joven cura creaba en Florianópolis un centro de acogida al migrante, la clase dominante lo veía con desconfianza. Cura rojo, comunista. Pero en aquellos días Wilson Groh no se intimidó con los rótulos que le pegaban en la cara.  Con Ivone Perassa y otros compañeros él acogió, ayudó a organizar, promovió luchas. Las gentes que venían del interior del estado, en la gran ola de migración, querían una vida mejor. 

Fue de esa manera que nacieran muchas comunidades que hoy hacen nuestra gran Florianópolis. Y aquellos que, en aquellos días, metían el dedo en la cara del cura, hoy reconocen su trabajo y lo veneran por haber tenido el coraje de enfrentar con generosidad la llegada de aquél mar de gente. Como ahora, los de aquí ya estaban mirando con miedo y asco. Era una gente pobre, aparentemente sin nada para dar. Y no fueron pocos los campamentos, los desalojos, las prisiones. Porque las gentes ocupaban tierras vacías y construían ranchitos.

Fueron años de lucha. Hoy esos migrantes están integrados a la ciudad. Tienen sus casas, son trabajadores, empresarios, profesionales. Son los que hacen el capital andar. Y antes de ellos vinieron los portugueses, los pioneros de Sao Paulo, los azorianos. Cada cual con sus razones. Todos buscando vida plena. Irónicamente los verdaderos dueños de la tierra fueron expulsos, muchos muertos, y hoy precisan de nuevo pelear para ocupar su propio territorio.

Entonces, como la historia va de esa manera, dando vueltas, es preciso parar y pensar. Somos un pequeño género humano, decía Bolívar. ¿Qué mal nos hará acoger el que llega, perdido de amor? Si cada uno de nosotros algún día ya fue migrante, aquí o allá. Antes de la mirada de odio y discriminación, antes del miedo de tener el empleo robado o cosa parecida, apueste en la generosidad de la acogida. Esa gente que llega de lugares tan distantes, con otro idioma, con otras costumbres, venció una gran batalla, que es la de continuar vivo, a pesar de todo. Que no encuentren la muerte en nuestra mirada.

Una oportunidad, solamente una oportunidad. Es todo lo que ellos quieren.


18.05.2015


¿Quién tiene miedo a la infelicidad?

Por elaine Tavares  - periodista


Otro día un amigo comentó: “sólo hay gente feliz en Facebook”. Él tiene razón, es verdad. Y eso pasa porque nuestro tiempo impone la felicidad a fierro y fuego. Cualquier turbación de la alegría ya se empieza a buscar algún motivo físico o psíquico para eso. Prohibido llorar, prohibido sentirse por el piso mediante el sufrimiento de otro.

 Yo me recuerdo de cuando era jovencita, que yo no me permitía reírme a suelta porque me parecía ser una falta de respecto con las personas que sufrían en África. Todos me decían loca y fue sólo cuando maduré que entendí que, a pesar de todos los dolores del mundo, podemos si vivenciar momentos de alegría, y re-aprendí a reírme. Pero aun así, alguna vez me agarro llorando en el ómnibus. Claro que no es solamente una piadosa manifestación de compasión. Los que sufren no merecen nuestra conmiseración, como acostumbra decir mi amado hermano. Lloro porque me siento infeliz, pero peleo con todas mis uñas para cambiar este mundo. No me pongo a hacer musculación de consciencia. Sé que lo poco que hacemos no sirve para cambiar casi nada. Pero me gusta saber que no estoy quieta en medio del río de la vida.

Por estos días me encuentro de esa manera, en torbellino. Me arden los ojos, me oprime el pecho, se me acelera el corazón. Siento como si el suelo se abriera, aunque algo muy perverso me mantiene donde estoy. Sin condiciones de sucumbir y teniendo que enfrentar los terrores, sin condiciones de elegir. La tristeza viene fuerte, como esa que bate en al ponerse el sol y tenemos la seguridad absoluta de la finitud. He hablado poco y mi risa no resuena por los pasillos. Las ideas andan embarulladas, y todo parece estar fuera de orden. El trabajo está quieto – estamos de paro – pero la vida sigue corriendo allá afuera. Hay prisa, mucha prisa, y yo tropiezo en el nada que me oprime.

Pienso en el gran Nietzsche, para quien el sufrimiento debía ser vivido hasta el tolete. Bajar hasta el fondo y, después, irremediablemente, subir. Pero entre una cosa y otra, vivir es el infierno. El mundo moderno tiene opciones. ¿Quién sabe una dosis de alprazolan? Más, esos son los caramelitos que sólo enmascaran las verdaderas causas del dolor. Y ofrecen a nosotros, felices, el gran escenario del dragón, para ser devorados con una cara alegre. Sé que a veces es necesario si, una muletilla, para que podamos sostener tanto dolor. Pero hoy eso yo no quiero.

Prefiero la máxima del viejo Friedrich. La felicidad no puede ser impuesta cuando no existe. Ella que se quede allá, en su no-lugar, hasta que todo el dolor sea consumido. Y el doloroso sufrimiento que se quede ahí, carcomiendo hasta el hueso. Hasta que llegue el momento de subir hasta el gran medio-día. Sí, hay riesgos. Puede ser que no tengamos fuerzas. Pero, al final, qué es vivir? Es esa gran batalla entre el ahora y el quizás. Encararse con el desafío. 
Entonces sigo, cruzando esta noche oscura, sin miedo de parecer anormal. No, no estoy feliz. Y de rosado sólo mi zapato. Quizá para alumbrar el camino de subida, caso venga…



11.05.2015


La educación libertadora






Foto: Rubens Lopes

Profesores de campamento en la Asamblea Legislativa en Santa Catarina (foto).









Corria el año de 1794. Un joven maestro, inclinado bajo la luz de la vela, escribía sin parar. Redactaba el documento que se quedó conocido como “reflexiones sobre el estado actual de la escuela”. Con este texto él creía poder cambiar toda la política de educación pública de su ciudad, Caracas. Era como esos educadores que amaba demasiado la labor de enseñar, y era por eso que quería mejorar la escuela pública que surgía, finalmente, atendiendo a los hijos de los campesinos y comerciantes pobres. En aquellos días, sólo los pobres iban para la escuela pública. Los hijos de la élite tenían preceptistas. Los negros, indígenas y pardos ni a la escuela podían ir, a ellos lo que estaba reservado era la instrucción casual, en las barberías, cuando alguna alma buena se prestaba a enseñar las primeras letras. Y las escuelas públicas eran pocas y de mala calidad.

Simón Rodríguez era el joven profesor. Él creía que para enseñar las primeras ideas sobre cualquier cosa era necesario cuidado y delicadeza, y eso no podría ser hecho por cualquiera y de cualquier manera. Era necesario para los niños ser colocados a disposición de maestros muy bien formados y bien remunerados, porque serian ellos los que forjarían las mentes y corazones de un nuevo tiempo que se avecinaba.

El documento escrito por Simón era largo y analítico. Él ponía todos los problemas que veía en la educación pública y apuntaba a nuevos caminos. Primero: las escuelas deberían ser lindas, espaciosas y limpias. Debían tener muebles de acorde con la comodidad necesaria para los estudiantes. Los alumnos deberían estar en la escuela por la mañana y por la tarde, aprendiendo no sólo las primeras letras, pero también manualidades para que se prepararan para aprender un oficio. Cuanto a los profesores, estos deberían recibir por las clases que daban y por la preparación de las mismas. “Ningún trabajo que exige la atención de un hombre se remunera con escasez. Un profesor, además de las penosas tareas que ejerce, invierte todas las horas de su día en el desempeño de su ministerio.” 

Simón seguía insistiendo, hablando sobre su trabajo de profesor. “Hay que considerar que los profesores ejercen una tarea extraordinaria, y con esa tarea prestan un particular servicio a dios, al rey, a la patria y al estado, y no sería necesario más ninguna razón para que fuera asegurada una remuneración de acorde a su mérito.”

No bastara toda su preocupación con el sueldo justo de un profesor, Simón todavía defendía que ellos deberían tener buena formación y que ella debería ser continuada, para garantizar que los maestros estuvieran siempre al tanto de todo lo que era necesario enseñar. Al final todavía apunta la necesidad de que las escuelas públicas abrieran sus puertas también para los negros, indios y pardos. Una herejía. 

Y fue en esa tierna figura de Simón Rodríguez, escribiendo vorazmente bajo la luz de la vela, que asomó – 221 años después – en el crepúsculo de la Asamblea Legislativa de Santa Catariana, Brasil, cuando vi distintos profesores preparando sus camas para pasar más una noche, en la ocupación de la casa que debería ser del pueblo, en función del paro que participan desde el día 25 de marzo. Profesores que están en lucha por un salario digno y por una escuela de calidad, tal cual Simón en aquellos turbulentos días de fines del siglo 18.

El documento histórico escrito en aquel 1794, que Simón creía que iba a revolucionar a la educación, no mereció cualquier comentario por parte de las autoridades de Caracas. Nadie entre las autoridades escolares y municipales quería que la educación fuera accesible a los negros y pobres. Nadie dio la menor pelota para la propuesta de salario digno, de acuerdo con el trabajo organizado y mucho menos cualquiera de ellos se quedó preocupado con que los pobres recibieran enseñanza de calidad por profesores preparados. Las hojas escritas con tanto celo fueron a parar a la basura. Y la vida siguió su curso. Simón, indignado, pidió demisión de su función y salió de Venezuela, jurando nunca más volver. Dedicó toda su vida a plantar escuelas en América Central, en Estados Unidos, en Europa, y después en la América libre de los españoles. Murió con más de 80 años, completamente sólo, agonizando después de un naufragio, con la gente del pueblo prohibida de llevarle comida porque era considerado un peligroso hereje. 

Ha sido ese el destino de quien quería cambiar la escuela, garantizando una educación de verdad para los hijos del pueblo. O son destruidos físicamente o los acusan con los adjetivos más vergonzosos: pendencieros, perturbadores del orden, desocupados, subversivos y otros tantos sinónimos. Así como en la Caracas de Simón Rodríguez, en las ciudades,  en los estados y en los países de casi todo el mundo conocido, las autoridades siguen poco se importando con la calidad de la enseñanza que es dada a los que no pueden pagar por preceptistas de lujo. A los hijos del pueblo se da lo mínimo. Basta que puedan tener alguna idea de matemática, geografía, historia, reglas gramaticales y que sean creadas las mínimas condiciones cognitivas para que puedan obedecer – comprehendiendo – a las reglas que les serán impuestas como trabajadores en los lugares donde desarrollen alguna actividad. Nada de buenas escuelas, muebles confortables, profesores de calidad – bien remunerados – ni delicadezas y cuidados. 

No es sin motivo que los profesores estén sistemáticamente haciendo paros. Esos movimientos de lucha son las formas colectivas que ellos encuentran para hacer aquello que Simón hizo en el remoto 1794: un buen análisis de la escuela y propuestas para que ella sea mejor. En el mundo de hoy golpear el polvo de las sandalias e irse ya no es más la solución. Hay que resistir en la escuela y hacer lo imposible para que aquellos niños y niñas puedan tener mucho más de lo mínimo. Para que aprenda a leer el mundo, además de las letras. Porque ellos saben, como sabía Simón y nuestro grande Paulo Freire, que quien aprende a leer el mundo también es capaz de transformarlo. 

Es por eso que queda bastante fácil entender porque los profesores precisan hacer paros y porque fueron atacados violentamente, como lo fueron la semana pasada, en Paraná, o dejados a morirse de hambre, como hizo el gobernador Raimundo Colombo en nuestro Estado, sacándoles incluso el sueldo. Es necesario derrotar esos educadores que ultrapasan el sentido común de que es necesario dar lo mínimo a los pobres. Esos que marchan, que enfrentan a la policía y que resisten son los que quieren ofrecer los mejores frutos, los que quieren enseñar a leer el mundo. Luego son peligrosos, desestabilizan el orden de las cosas, tan bien ordenaditas desde tan largo tiempo. 

Y es por eso que en los movimientos de paro existen los que no adhieren, los que se recusan a caminar como los herejes. Porque hay personas que aceptan esa regla cruel, la de ofrecer un arremedo de enseñanza. Así como hay los que creen que las cosas tienen que ser así mismo. Hay los ricos que todo tienen, y hay los pobres que precisan aceptar su lugar. Entonces quedan, confortablemente en sus lugares, reproduciendo la manzana podrida. 

La batalla por la educación es más un frente de la vieja lucha de clases. Defender la enseñanza de calidad para los que estudian en escuela pública es también defender otra sociedad, en la cual las oportunidades sean mismo iguales para todos. Aceptar la escuela como ella es termina siendo una adhesión a la mentira. La buena y vieja trampa de que todos tienen las mismas oportunidades y de que sólo no tiene éxito quien no quiere. 

Por eso me enternecen estos educadores que están allí, acostados, en el piso de la Asamblea. Porque yo sé que cada uno de ellos lleva en el pecho el fuego que llevaba Simón. Luchan por sus salarios si, por sueldos dignos del trabajo que realizan, pero también luchan para que la educación sea de hecho libertadora. Porque una educación de calidad empieza en los pequeños detalles, como apuntaba Simón: la escuela linda, la silla cómoda, los materiales necesarios y los maestros y profesores bien remunerados. 

Las autoridades de Caracas no dieron bola para Simón, así como las de hoy ignoran las batallas de los profesores. Pero, de a poquito – el tiempo de la historia es largo – las cosas cambian. O despacio, en el compás del goteo, o abruptamente, en una revolución. El hecho es que las cosas cambian y cuando esto sucede es porque hubo gente como estos educadores que hoy están en lucha. Muchas veces, mismo sin saber, ellos están pavimentando el difícil y largo camino de la consciencia de clase.

Esos valientes que resisten hoy ya son vencedores. Agujerearon la burbuja de la mediocridad y avanzan!



05.05.2015 

La Belleza y el terror

Por Elaine Tavares – periodista en IELA/UFSC




El periodista canadiense Graeme Wood escribió hace poco tiempo un muy buen texto sobre el Estado Islámico. Muestra las raíces de ese grupo y lo contextualiza dentro de un mundo que es casi incomprensible para nosotros de esta parte del globo. Vale mucho la pena conocer ese trabajo (http://www.publico.pt/mundo/noticia/o-que-e-o-estado-islamico-1690458), que puede ser leído en portugués en la página del periódico “O Público”.
Allá al final del texto él trabaja una idea, que buscó en Orwell, y que me sacó el sueño. Dice: “El fascismo es psicológicamente mucho más sólido que cualquier idea hedonista sobre la vida… Mientras que el socialismo, y hasta mismo el capitalismo, de una manera más reluctante, ha dicho a las personas “te doy la oportunidad de que pases un buen rato…”, Hitler dijo a las personas “les doy la lucha, el peligro y la muerte” y en cambio tuvo una nación a sus pies.” De esa manera, advierte Wood, “no debemos subestimar el encanto que la barbarie pueda tener al nivel de las emociones. Ni mismo, en el caso del EI, su encanto religioso o intelectual.”

Pues, que se esconde en ese pequeño párrafo? La terrible certidumbre de que la promesa de belleza que, tanto el capitalismo como el socialismo – dos rutas de la modernidad europea – hicieron, no sé cumplió. Y las personas, de alguna manera, no creen más que eso pueda suceder. Desde ahí esa busca por lo extravagante, el peligro y la aventura. 

El capitalismo, que promete buena vida, sólo consiguió mantener en la cresta de la belleza una pequeña parte de la población. Los que son dueños de los medio de producción, los muy ricos, los poderosos. Son esos y son pocos, los que surfean en la cresta de la vida llena de alegrías y placeres.

El socialismo, nunca se cumplió. La vida linda para los trabajadores, los explotados, los oprimidos todavía no llegó y las experiencias dichas socialistas tampoco consiguieron ofrecer la belleza para esa parte mayoritaria de la población.

En estos tiempos de vida de plástico, de mundos virtuales, de corazones solitarios y mentes vacías, parece no haber oportunidad para la belleza. Pocos son los que creen en la posibilidad de aquello que ya enseñaban los indios navajos: “belleza abajo, belleza arriba, belleza por los costados. Vivir es caminar en la belleza”.

El reclutamiento de jóvenes en todo el mundo para actuar en los grupos fundamentalistas que hoy aterrorizan el medio oriente y parte del continente africano no promete ningún mundo de bellezas. Por lo contrario. Lo que tiene para dar es odio, guerra y muerte. Y así mismo son centenas los que llegan en busca de ese Eldorado al revés. 

Y no es necesario ir tan lejos. En las últimas manifestaciones en las calles, de grupos de derecha o mismo otros que se creen sin ideología, el llamado también fue al terror. En las pancartas y carteles pidiendo la intervención militar, qué está implícito? Justamente el mundo del terror. Que vengan las botas, las armas, la tortura, los desaparecimientos, las muertes… Aparentemente esas personas están dispuestas a también se ensuciar las manos para “corregir” el mundo, librando de los comunistas, de los gays, de los que no creen en dios. 
No es sin razón que en las comunidades en donde ya está instalada la intervención militar, como son las favelas* en Rio de Janeiro, el terror sea la hegemónica realidad. Miles de niños y niñas que viven acosados por las tropas del Estado, ya no sueñan con las bellezas del capitalismo que saltan en las pantallas de la TV. Muchos de ellos son seducidos por la fuerza que representa aquel mundo de terror. Por eso se arman y desfilan sus pistolas y fusiles por la comunidad, sin nada a esperar además de la éxtasis del momento de poder.
Tanto en los montes de Iraq como en las periferias de las grandes ciudades del mundo, hay una juventud sin expectativa. Solamente viviendo la emoción de ese precioso presente. Un presente de fuerza, de poder de vida y muerte sobre el otro, en nombre de un dios o en nombre de nada.

El mundo capitalista inaugurado hace poco más de 300 años prometió y no cumplió. La Belleza perdió su valor, desapareció en un horizonte que ya no es vislumbrado. Las ciudades deshumanizan a las vidas, las periferias son espacios de dolor. Pocos son los que consiguen trascender a lo caótico que es la realidad cotidiana. El drama del otro pasa a ser solo más una foto para subir a Facebook, cuya sensación enseguida desaparece, luego que otro hecho, más bárbaro todavía, tome su lugar.

En esa semana, soldados agredieron de tal manera a un travesti, que su rostro quedó transfigurado. Y todavía fue fotografiado, con los senos a la muestra, siendo obligado a decir que mereció el castigo, porque agredió a un policial. Con seguridad que nada va a pasar a quien cometió ese crimen. Seguirán masacrando a las personas solamente por el hecho de que pueden. Y los sometidos a esas situaciones guardarán sus lágrimas mientras esperan la hora de la venganza. Que vendrá. Es el mundo Mad Max. Y no podría ser diferente. 
Entonces, como encontrar la belleza en ese mundo? Hasta ayer la utopía de un nuevo mundo, justo y digno, era lo que nos hacía caminar. Pero y si esa visión se disuelve, que puede quedar? 

El debate provocado por el texto del periodista canadiense me ha sacado el sueño. Es casi como la inversión completa de todo lo que siempre creí. El terror venciendo la belleza. Será?

Prefiero creer que no. Que si podemos reencontrar el camino para nuestra casa. Porque la belleza es el hogar natural del ser humano. Y mientras la duda me toca con su mano helada, vuelvo a un libro abisal, que es “La Caverna”, de Saramago. Si, él mismo, el pesimista. En ese romance él habla de un tiempo muy parecido con el que hemos vivido y nos presenta una troupe de personas que decide girar al revés. Es tan lindo, pero tan lindo que llega a doler.
Por aquí, voy haciendo mi parte, tan ínfima y casi inútil. Pero no quiero desistir de la alegría de vivir en un mundo bueno. Sé que para eso hay que trabar una pelea titánica, muchas veces feroz. La lucha de clases, de la cual habló Marx. Los oprimidos rompiendo las cadenas y comandando sus propias vidas. La belleza de los navajos. Para eso hay que hacer vivir a la belleza, hacerla real, para que otros la vean y quieran con ella caminar. No sé muy bien cómo hacer eso, estoy tanteando. Pienso caber a cada uno de nosotros, colectivamente, no permitir que el terror sea el deseo de las gentes.

*favela (Brasil): 
Arrabal (Puerto Rico); Barrio Marginal (Ecuador); Cantegril (Uruguay); Chabola (España); Mediagua (Chile); Población Callampa (Chile); Pueblo Jóven (Perú); Rancho (Venezuela); Tugurio (Costa Rica); Villa Miseria (Argentina); Chacarita (Paraguay)

Traducido del portugués por Verônica Loss


28.04.2015  

Simón y Artigas

Por elaine tavares




En el Uruguay es así. Vamos andando por las ciudades, sean ellas grandes o pequeñas, y ahí está, indefectible, la estatua de José Artigas. Durante mucho tiempo, luego después de la independencia, él fue ensuciado por los dirigentes locales, dado como bandido, renegado, traidor. Pero como la historia siempre acaba saliendo a la luz, a los pocos la verdad afloró y Don José fue siendo conocido como aquél que fuera capaz de convertir al Uruguay en una nación. 
Con los indios charrúas, tapes y minuanos, los negros y los pobres él formó un ejército popular. Fue con esa gente valiente que enfrentó a la élite argentina, a la codicia de los ingleses, y al deseo de los portugueses de adueñarse de la banda oriental. En aquellos días de guerras intensas en que todo era incierto, las gentes se debatían entre aliarse a los portugueses, a los ingleses o a los españoles. Y, Artigas, nacido y criado en las tolderías indígenas, decía: ¿Y por qué no ser libres, porque no ser nosotros mismos?

Esa su pregunta radical fue la que hizo con que tanta gente anduviera con él por las planicies de la campaña uruguaya. Familias enteras lo siguieron, en la batalla contra los invasores y contra los vende-patria, siempre tan numerosos. Y fue él con toda su gente libre los que garantieron la libertad y la independencia del Uruguay. 

No fue casualidad que la élite de la época trató de traicionarlo y masacrar a los que en él confiaban. Artigas tenía mucho poder, andaba como un igual entre los suyos, era amado. Entonces, después de formado el Estado Uruguayo, él pasó a ser una amenaza. Quería la reforma agraria, tierra para los pobres, poder para los de abajo, y una patria grande, unión de todos los pueblos. 

Los dirigentes trataron de empujar a Artigas para fuera del país, sacarlo de la órbita de su pueblo. Él buscó abrigo en el vecino Paraguay, donde murió, muchos años después, impedido de volver al Uruguay. Los que no se fueron con él para el exilio tuvieron un destino peor, como los indios charrúas. Atraídos para una emboscada, fueron masacrados en Salsipuedes.

Sólo más tarde es que, necesitando crear un espíritu nacional, la misma élite que lo repudió, lo trajo de vuelta, ya como cenizas, y lo promovió como “padre de la patria”. Pero para las gentes él nunca dejara de ser el valiente blandengue que construiría una mátria, una tierra madre, espacio de pueblo libre. Por eso Artigas se presenta en piedra, en cada plaza uruguaya, a recordar de un tiempo en que indios, negros y pobres irguieran una nación.

Un día de esos, en una plaza de Tranqueras, en el departamento de Rivera, un pedacito de gente llamado Simón Ernesto se encontró con una de esas estatuas de Artigas. Después de subirse por aquí y por allá, fijó su mirada en el rostro impávido del viejo héroe. Con la sensibilidad que sólo un niño puede tener, él percibió que el hombre de piedra estaba raro:

- Mamá, ¿por qué es que Artigas está con la boca para abajo?
- Porque él debe estar triste, mi hijo.
- Y por que él está triste, ¿mamá?

Paciente, Verônica, la madre, le explicó toda la historia. Que, después de luchar con todo y todos por la libertad del Uruguay él fue obligado a salir de su país, yéndose a vivir en una tierra extraña. También contó que él fue compañero de los indios, de los campesinos, de los negros y de los pobres por toda su vida. Que por eso hasta hoy hay gente que no lo quiere. Y que, tal vez por eso, aún fijado en la piedra, todavía siguiera triste.

Simón Ernesto escuchó, silencioso, los ojos clavados en el busto de Artigas. Por la cabecita del niño, más pendiente a juegos y travesuras, la breve lección sobre su país hubiera podido perderse entre el giro de una cometa o el grito de algún chico en la esquina. Pero no. Simón se acercó a la estatua, tomado por la ternura, la abrazó, llenando el rostro duro de muchos besitos.


Sólo después salió corriendo por la plaza. Él no vio, mas el rostro de piedra se aflojó y el viejo caudillo sonrió.


24.04.2015

La Movilización Nacional Indígena en Brasil

Por Elaine Tavares  - periodista

Semanas de actividades en la capital, Brasília, fue un paso más en la lucha

Pasados 515 años de la llegada a nuestras playas de las carabelas portuguesas, los pueblos originarios de esta inmensa Pindorama todavía siguen siendo tratados como gente de segundo nivel. En aquellos días, sin entender el idioma o la manera de vivir de los indígenas, los invasores decidieron que ellos eran ignorantes y que no tenían alma. Después eran pasible de esclavitud y exterminio. Durante siglos esa fue la política de los colonizadores. Ignorando olímpicamente a los dueños de esa tierra, los portugueses, y después los brasileños – gente ya nacida aquí  - fueron apropiándose de las tierras, tomándolas, entregándolas a los inmigrantes y tornando a los indios enemigos de la nación.

Solamente en el inicio del siglo XX, en Brasil, con la figura del Marechal Rondon, la política indigenista cambió. Rondon no aceptaba la matanza de los indios que ya duraba 400 años y quería que ellos se integraran a la vida nacional. Inició lo que él pensaba ser una cruzada civilizatoria. Con buenas intenciones, pero igualmente nefasta, porque eso continuaba siendo la negación de los derechos de los indígenas en vivir adentro de su propio modelo de producción y desarrollo. El cambio propuesto por Rondon terminó con el masacre armado por parte del Estado, pero no transformó la realidad de los indígenas. En la parte norte todavía fue posible – mismo que confinados en reservas – mantener gran parte de sus costumbres. Pero las etnias que estaban en regiones más pobladas fueron sistemáticamente perdiendo el derecho a su manera de vivir. En el confronto con la expansión de las ciudades y con el agrandamiento de las fronteras agrícolas, la masacre siguió y sigue hasta hoy. No son más los “bandeirantes”, financiados por el Estado, son los sicarios, matadores a sueldo contratados por ricos estancieros o por empresas multinacionales. El objetivo era uno solo: expulsar a los indios de las tierras buenas, sacarlos de los lugares en donde están las riquezas naturales. Si quieren vivir, que sea integrados a la manera de vivir no india, en los cantegriles o como empleados en las estancias.

Los pueblos que sobrevivan a todos esos años de masacre nunca irán a desistir de sus tierras y de su cultura. A pesar de esos cambios  asimilados por todo este tiempo de convivio con el no indio, ellos consiguieron mantener elementos importantes de su modo de organizar la vida. También, con el pasar del tiempo, nunca desistieron de luchar por mantenerse en su territorio original, porque para el indio la tierra no es un bien de trueque o algo que sea utilizado para la especulación. La tierra hace parte de la órbita de su vivir, está integrada a la comunidad. No puede existir una etnia originaria sin su territorio original. Cada árbol, cada animal, cada rinconcito del espacio tiene intima ligación con la vida de las familias. Por eso la lucha es interminable por la demarcación de sus territorios en los mismos lugares que eran tradicionalmente ocupados por sus ancestros.  No tiene lógica alguna ofrecer al indio un lugar distante de su territorio original. El hogar, para las etnias autóctonas, no es la choza, la casa o el edificio de madera/ladrillo. El hogar es todo el espacio alrededor.

La lucha indígena por su territorio es una batalla sin fin. Ellos dependen de que el gobierno instituya un estudio – hecho por antropólogos – para determinar si el local que requieren es mismo su territorio original. Si ese local está en disputa por ocupaciones ilegales por parte de inmigrantes, familias no indias, estancieros o ladrones, la cosa queda todavía más complicada.

En el estado de Santa Catarina, al sur de país, cerquita de la capital, tenemos un caso típico. La tierra indígena de Morro dos Cavalos, donde viven los Guarani, hace mucho ya fue comprobada como territorio original, pero hasta ahora no hubo demarcación finalizada. A raíz de disputas con familias de colonos que ocuparon, la lucha ha sido muy dura, hasta porque muchas de esas familias adquirieron esas tierras con buenas intenciones. Es un proceso complicado y lento, porque el gobierno federal no indemniza la tierra, solamente las mejorías, y los que compraron con buenas intenciones terminan siendo también perjudicados.

Otros, como los Guarani Kaiowá, en la región del Mato Grosso, todavía siguen viviendo en las márgenes de las rutas, fuera de su territorio, hoy ocupado en su gran parte por ricos terratenientes, que se utilizan de sus sicarios para desparramar el terror, a tal punto que una comunidad entera llegó a anunciar que estaría dispuesta a morir  en la lucha por una tierra que es suya. No son pocos los casos de suicidio de jóvenes indígenas, justamente porque no soportan vivir sin el espacio que es suyo por derecho. Hacen lo que hacían sus ancestros, que preferían matarse a tornarse esclavos.

Todo ese horror no pasa en los informativos de la televisión y lo que sale en los diarios es puntual, casos aislados, desconectados de su contexto. Una muerte de un indígena es visto como un crimen cualquiera, en muchos casos sin solución. Un suicidio aparece solamente como “más un episodio triste”, sin ligación con la problemática general. Y las luchas de los pueblos originarios aparecen como “perturbación del orden”, como ha sido el caso de las batallas trabadas en Amazonia contra las hidroeléctricas, Belo Monte en especial.

A causa de eso la lucha de los indígenas necesita hacerse presente en nivel nacional en momentos como los vividos en la semana anterior al llamado “Día del Indio”, del 14 al 17 de abril. Por cinco días más de 1.500 personas, representantes de todas las etnias que sobreviven en ese inmenso continente, realizaron una serie de actos políticos en la capital federal. El principal objetivo era conversar con diputados y senadores sobre la PEC 215, que es una enmienda a la Constitución que quiere sacar del ejecutivo el poder de demarcar tierras, pasando esa tarea para el Congreso Nacional. Un golpe muy bien urdido por la bancada rural, formada por terratenientes y sus representantes. Poniendo la decisión para el Congreso queda bien más fácil para el agronegocio garantizar sus intereses.

Ahora, imaginen, ¿qué poder tiene el agronegocio? Prácticamente mitad del Congreso Nacional es compuesto por los representantes del latifundio. Eso significa que las demarcaciones nunca vendrán, y si vinieren nunca serán las que interesan a los indígenas. Es sabido que el gobierno federal también tiene fuertes conexiones con el sector del agronegocio, pero los indígenas consideran que es mejor negociar con un ministro que con más de 500 diputados. Hay otra relación de fuerzas.

Fue por ese motivo que los indígenas fueron discutir en el Congreso. Pedir por el archivamiento  del proyecto de ley que cambia la Constitución. Además de eso, también aprovecharon para denunciar las violaciones de derechos que suceden en distintos puntos del país, asesinatos, desapariciones, violencias de todo tipo, invasiones de sus tierras. En las movilizaciones en frente al Palacio del Planalto las reivindicaciones eran por más agilidad en las demarcaciones de tierras. El gobierno Dilma prácticamente estancó el proceso y más ninguna tierra fue legalizada. Existen 21 procesos finalizados, esperando solamente la firma de la presidente. Todo eso porque los ruralistas insisten en cuestionar los informes de la FUNAI (Fundación Nacional del Indio). El gobierno sigue paralizado, dando alas a los estancieros, muchos de ellos hincados en tierras indígenas robando maderas y explorando sus minerías.

La movida indígena en Brasilia fue bonita y representativa. Durante 5 días la capital federal se puso colorida con el urucú y con los colores de la floresta. Pero las bellas imágenes generadas por las marchas y ocupaciones del Congreso no son elementos para la folclorización del tema. De nada sirve poner un “me gusta” en Facebook. La comunidad de los no indios que tiene consciencia de la necesidad de las demarcaciones de las tierras indígenas precisa actuar de forma consecuente. Es más que obvio que la hegemonía  del Congreso Nacional es de parlamentares que no respetan a los indígenas, ni siquiera a su causa. Basta ver como trataron a los representantes de los pueblos originarios en la solemnidad que fue (formada, pt) hecha para escucharlos. Más hablaron que oirán, como denunció el chamán yanomami, David Kopenawa:  “El blanco no deja hablar mucho”. Él no quiere solucionar, por eso él no quiere permitir a los líderes decir la verdad.” Davi dijo eso en una sesión plenaria bastante evacuada, cuando todas las fotos ya las habían hecho, en el ritual de la falsa democracia. Pero el chamán no se intimidó con el vacío e hizo resonar su voz. “Esa es la casa de la gran víbora (la PEC 215). La gran víbora está aquí. Nosotros queremos matar esa gran víbora; matar, quemar y enterrar para que no nazca más aquí. Hicieron esa ley sin consultar a nadie, para matar a nuestro pueblo”.

Los indígenas que ocuparon el plenario de la ciudad de Brasília saben muy bien que, sin la lucha misma, fuerte y unida, nada va a suceder. Así fue durante 515 años. Por eso, vuelven para sus aldeas sin desalentarse. Necesitan que les acompañe la sociedad brasileña – si no toda ella, por lo menos la parte que respeta sus derechos.

De esa manera, la solidaridad concreta tiene que venir de las organizaciones populares, de los sindicatos, de los militantes de las causas singulares. Cada una de esas organizaciones  vinculadas a la lucha de clases tiene que informar a la sociedad sobre la realidad y la necesidad de los indígenas. Una población bien informada puede decidir mejor sobre las cosas. Caso cada periódico sindical, o cada página de los movimientos populares, trabajar la cuestión indígena en su contexto histórico, político y social, ya estará haciendo un buen trabajo. Y en las demandas puntuales, como es el caso de la demarcación, es necesario también informar y posicionarse favorablemente.

A lo largo de la historia la izquierda brasileña nunca trató con el debido cuidado las demandas del mundo indígena. Pero siempre es momento de comenzar.

El lunes 20 de abril, un día después del “día del índio”, la presidente Dilma Roussef firmó decreto homologando tres tierras indígenas en la región norte del país, en un total de 232.544 hectáreas, atendiendo a la lucha de cuatro etnias.

Una es la tierra indígena Arara da Volta Grande do Xingu, habitada por los pueblos Arara e Juruna, que tiene 25,5 mil hectáreas y está inserida en los procedimientos de licenciamiento de la Usina Belo Monte. Otra es la tierra indígena Mapari, en el Amazonas, en los municipios de Fonte Boa, Japurá e Tocantins. Es la más grande de las áreas, con 157.246 hectáreas, habitada por los Kaixana. La tercera ocupa territorios de los municipios de Borba Novo e Novo Aripuanã (AM), es la tierra indígena Setemã, hogar de los Mura, con 49.773 hectáreas.

No se puede negar que esa homologación viene en esa hora a cuenta de la movilización en Brasilia. Porque es así. Solo la lucha hace la ley. Y lo que vino todavía es muy poco para lo tamaño esfuerzo que fue traer los representantes de sus etnias y enfrentar tantas actividades en la capital. Pero ese pueblo valiente, que ya resistió a 515 años de masacre, no es de desistir. Ellos vuelven para su casa y siguen la batalla. Todavía hay mucho que conquistar.

Que ellos no sigan solos.

                                                                                                  

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